jueves, 30 de junio de 2016

33 Vidas Numeradas


Fueron 33 las veces que me pusieron
un cubo de rubik en las manos
y mirando a mis ojos de niña,
me retaron a completarlo.
Así aprendí a barajar los colores
y darle vueltas a sus piezas
de sociedad cuadriculada.

Fueron 33 las veces que me pusieron
una aguja en la mano derecha,
me arrancaron los botones sueltos,
tiraron de cada dobladillo mal remendado
y me animaron a repetir y mejorar.

Fueron 33 las veces que me dispararon disparates
y falsas ideas.
Y fue la 34 cuando me levanté
dispuesta a pasear al despacho del director
la 35, la 36 y las que hiciera falta.

Soy de letras pero cuantifico mi vida en números,
como todos.
Y solo hay una razón
por la que al volver a casa andando de madrugada
levante tanto la cabeza
al oíros decir "¿A dónde vas tan sola?"
Y es que un día seremos tantas
que no habrá piropos para todas.
Seremos tantas que no tendremos miedo.
Seremos tantas que nadie dirá nada,
y si alguien se atreve,
seremos tantas,
que en lugar de esta prudencia incoherente,
no solo levantaré la cabeza,
sino que me daré media vuelta para decir:
"A donde me da la puta gana, gilipollas"

Vivimos la vida en números que suman
y nombres que restan...
Pero es que un día seremos tantas
que no nos podrán contar.

PERO ES QUE UN DÍA SEREMOS TANTAS QUE.

Calle San Andrés una noche cualquiera, una chica cualquiera.


Fotografía de Andrés Palacios

sábado, 11 de junio de 2016

Seres autocombustibles


Este es el fenómeno de la fruta prohibida.
Dime de qué manzana no quieres que coma,
que saltaré todos los gusanos,
reptaré todos los matojos de mi conciencia
y escalaré las cimas de los árboles más altos,
subiéndome sus copas
y algún chupito de tequila.

No se cómo lo hicimos,
no hubo presentación, ni fraude.
Pero acabamos volviéndonos locos cada noche,
y descubriendo cómo 'pensar antes de actuar'
era solo un símbolo de cobardía.

Que tendrá esta noche en Malasaña.
Será el bourbon
o la amnesia,
que nos hace portarnos mal,
o subir en ascensor al cielo,
o perdernos en un bosque
para recoger las mejores piñas
con las que encender la chimenea,
y calentarnos hasta ardernos
e incendiar las sábanas y las calles
y que el fuego acabe con todo.
Con cualquier pensamiento inoportuno.
Con cualquier preocupación estúpida.

Qué suerte que seamos imposibles e inflamables,
y que los hilos que nos tensan
se aflojen o se vuelvan tirantes al placer,
siempre que nosotros queramos.
Y qué suerte que la fuerza de cada mirada
se volviera terriblemente vertiginosa,
para darnos cuenta de que seguíamos las mismas reglas,
dictadas por mis manos en tu espalda
y las tuyas en mi cuello,
con la única directriz de seguirnos bebiendo
para acabar preguntándonos: "¿Y qué?"

¿Y qué?
¿Y qué? Si mi sangre entremezclándose con tu semen
era una de las cosas más bonitas que había visto nunca.


Combustiones externas

El umbral del dolor


Júbilo, alboroto, algazara, gozo,
zaragata, regocijo, felicidad, tu sonrisa.

Esparcimiento, entusiasmo, regodeo,
hilaridad, alegría, diversión,
la carcajada de un niño.

Satisfacción, contento, entretenimiento,
una mirada de ilusión, las flores,
pero sobretodo, las hojas caídas.

La brisa del mar, la lluvia en verano,
el recuerdo de un beso, las abuelas.
Los poemas bonitos,
el movimiento de los columpios
o las cervezas frías.
Llenarte el estómago,
hundirte bajo las sábanas,
entrar en calor.
Las buenas historias y los paseos largos.
Nacer en Europa y las banalidades.


Esta vida.

Seguro que va a doler.
Son sólo formas de verlo.


(Aarhus, Dinamarca)