sábado, 11 de junio de 2016

Seres autocombustibles


Este es el fenómeno de la fruta prohibida.
Dime de qué manzana no quieres que coma,
que saltaré todos los gusanos,
reptaré todos los matojos de mi conciencia
y escalaré las cimas de los árboles más altos,
subiéndome sus copas
y algún chupito de tequila.

No se cómo lo hicimos,
no hubo presentación, ni fraude.
Pero acabamos volviéndonos locos cada noche,
y descubriendo cómo 'pensar antes de actuar'
era solo un símbolo de cobardía.

Que tendrá esta noche en Malasaña.
Será el bourbon
o la amnesia,
que nos hace portarnos mal,
o subir en ascensor al cielo,
o perdernos en un bosque
para recoger las mejores piñas
con las que encender la chimenea,
y calentarnos hasta ardernos
e incendiar las sábanas y las calles
y que el fuego acabe con todo.
Con cualquier pensamiento inoportuno.
Con cualquier preocupación estúpida.

Qué suerte que seamos imposibles e inflamables,
y que los hilos que nos tensan
se aflojen o se vuelvan tirantes al placer,
siempre que nosotros queramos.
Y qué suerte que la fuerza de cada mirada
se volviera terriblemente vertiginosa,
para darnos cuenta de que seguíamos las mismas reglas,
dictadas por mis manos en tu espalda
y las tuyas en mi cuello,
con la única directriz de seguirnos bebiendo
para acabar preguntándonos: "¿Y qué?"

¿Y qué?
¿Y qué? Si mi sangre entremezclándose con tu semen
era una de las cosas más bonitas que había visto nunca.


Combustiones externas

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