martes, 19 de abril de 2016

TCHSSSSSSSSSSSSS


A veces me pasa que oigo ruido en mi cabeza
y cada movimiento por lento que sea, suena brusco.
Hasta el batir de este bolígrafo arriba y abajo, es agresivo.
El traqueteo de la rueda del ratón
es como una serie continuada de golpes violentos,
que ni sabes de dónde vienen, ni sabes a dónde van
pero que los tienes que escuchar y no
                                                          puedes
                                                                 escapar.
Y cualquier canción que pongas,
por muy alto que lo hagas o por muy alegra que sea,
se va a convertir en una melodía sórdida y sanguinaria.
La sensación constante es como si algo fuese a pasar
y solo tú pudieras saberlo,
porque tu alrededor está en una perfecta, y llana, y silenciosa
                                                                                           calma.
Se va a cometer un crimen horrible,
y tu sola respiración relajada te lo está indicando
porque de repente te suena alterada,
                    ¡Y NO LO ESTÁ!
Y parece que alcanzas a escuchar los gritos de fondo
como un patio de recreo,
o una cámara de gas, pero no,
                                            se oye,
                                                     nada.
Estos sonidos imaginarios violentan mis pensamientos
en las noche más cerradas a solas en mi cuarto,
a veces en una biblioteca, o en la sala de espera de un hospital,
o incluso, en la discoteca más ruidosa...
Y tiene tal incoherencia, que te vuelves loca
o te distraes escribiéndolo cuando no tienes papel
o no tienes lápiz, o no tienes batería,
e imaginas que lo escribes o imaginas que te apagas
y tu cabeza deja de sonar como la caja
                                                       de música
                                                                   rota
                                                                       que eres.


Dragones o murallas de espino

domingo, 17 de abril de 2016

La forma no correcta de pedir perdón


Lo siento, mamá.
He profanado
y maltratado
este cuerpo
como siempre me pediste
que no hiciera.

Lo siento, papá.
No soy abogada,
ni estudio derecho
ni me interesa una mierda
la política y el comercio.
¡Me gusta pintar!
¡Esculpir, dibujar, escribir!...
Y ojalá lo pudieras apreciar.

Lo siento mucho, abuela.
Pero no,
no soy virgen,
ni me veras ir a confesar,
ni vestir de blanco,
¡Ni dar a tres niños de mamar!

Lo siento mucho, abuelo.
Te mentí.
No vote al PP.
Y no,
no lo voy a lamentar.
Espero que me puedas querer igual.

Y por eso,
y aún así,
hoy grito:

"Querida 'yo misma',
Oh, mujer cambiante
de gustos infinitos
y sed inagotable.

Casi no te conozco,
pero, ¡A la mierda!, lo voy a decir:
Te quiero."

jueves, 14 de abril de 2016

Epigastrio plano


Tengo el estómago vacío
de vísceras con las que hablar,
y una cabeza llena de paja,
para no pensarte.

Las extremidades atontadas,
despistadas,
al no encontrar el tacto ya memorizado.

Y un mar muerto en mis pupilas
flotando sobre hondas ojeras
regadas con agua salada,
       un vez,
       tras otra.

Y tengo las venas atascadas de retenciones
y la boca yerma,
por los cigarrillos que ya no me sacian.

Siente el fuego
que te invade por la rabia.
Acoge la llama en tu fuero.

Olvida cada batir de pestañas
y cada muñeca rodeada por la extensión de otra.

Escucha el ardor que resbala las mejillas,
abriendo surcos.
Son caminos.

Empezar a andar...



Lágrimas de sauce

miércoles, 13 de abril de 2016

Estados y pieles


Soy la sangre que se desliza por mis piernas
abrazando el agua hirviendo,
desapareciendo hasta llegar al sumidero.

Soy el asfalto bajo las ruedas de sus furgones.
Hinchándose y contrayéndose
cada noche, cada día, en cada estación.

Soy el vapor de mis espagueti ecológicos
parduzco integral,
que se pega en mis cristales
implorando libertad.

Soy el beso en los labios de dos amigos
que juntan sus rastas
para proclamar la tontería.

Soy la espuma del mar,
sin ser metáfora romántica.
Parte salada, parte petróleo,
porción de orina y heces
y un pedazo de símiles de liberación cuando amanece.

Soy una tecla golpeada hasta la saciedad,
firmando textos
que nunca dicen lo que quiere.

Soy el escupitajo del mendigo,
olvidado,
como él,
sobre la acera.

Soy la madera de una puerta
que soportan los cansados hombros y las lágrimas
de una anciana,
impidiendo que se abra
tras la gente gris.

Soy el agua sucia del cubo de fregar
400m² a 6000 el metro,
por un rostro ajado y sin sueños ya,
más que unas bocas
y sus estómagos llenos.

Soy el semen sobre su tripa,
tras aceptar cobrar un poco más
por un encargo especial.

Soy cada golpe contra la puerta
y cada caída por las escaleras.
Pero también cada piropo,
cada chiste rancio,
cada copa gratis.

Soy cada frontera cerrada
y cada girón de tela enganchado
en su alambrada de espino.

Soy cada mentira que te crees
viniendo de sus bocas, tan sucias...
como la leche agria que han mamado
para corromperse así.

Soy las caricias de unas manos arrugadas
de una abuela a su nieto,
tras darle la merienda y mandarle a jugar,
para no ver lo que sus callos ocultan.

.
..
...


Soy todas las cosas que se me ocurren
y mil más con solo pensarlas

Hoy siento estas cosas,
pero mañana...
quizás si,
quizás no...
Pero no las soy.
Ahora soy una pregunta,
que mi madre dice debería darme igual:
¿Por qué la empatía no es una cualidad innata?



Cabeza desagüe, vestido sangrante.