A veces me pasa que oigo ruido en mi cabeza
y cada movimiento por lento que sea, suena brusco.
Hasta el batir de este bolígrafo arriba y abajo, es agresivo.
El traqueteo de la rueda del ratón
es como una serie continuada de golpes violentos,
que ni sabes de dónde vienen, ni sabes a dónde van
pero que los tienes que escuchar y no
puedes
escapar.
Y cualquier canción que pongas,
por muy alto que lo hagas o por muy alegra que sea,
se va a convertir en una melodía sórdida y sanguinaria.
La sensación constante es como si algo fuese a pasar
y solo tú pudieras saberlo,
porque tu alrededor está en una perfecta, y llana, y silenciosa
calma.
Se va a cometer un crimen horrible,
y tu sola respiración relajada te lo está indicando
porque de repente te suena alterada,
¡Y NO LO ESTÁ!
Y parece que alcanzas a escuchar los gritos de fondo
como un patio de recreo,
o una cámara de gas, pero no,
se oye,
nada.
Estos sonidos imaginarios violentan mis pensamientos
en las noche más cerradas a solas en mi cuarto,
a veces en una biblioteca, o en la sala de espera de un hospital,
o incluso, en la discoteca más ruidosa...
Y tiene tal incoherencia, que te vuelves loca
o te distraes escribiéndolo cuando no tienes papel
o no tienes lápiz, o no tienes batería,
e imaginas que lo escribes o imaginas que te apagas
y tu cabeza deja de sonar como la caja
de música
rota
que eres.
Dragones o murallas de espino |