jueves, 14 de abril de 2016

Epigastrio plano


Tengo el estómago vacío
de vísceras con las que hablar,
y una cabeza llena de paja,
para no pensarte.

Las extremidades atontadas,
despistadas,
al no encontrar el tacto ya memorizado.

Y un mar muerto en mis pupilas
flotando sobre hondas ojeras
regadas con agua salada,
       un vez,
       tras otra.

Y tengo las venas atascadas de retenciones
y la boca yerma,
por los cigarrillos que ya no me sacian.

Siente el fuego
que te invade por la rabia.
Acoge la llama en tu fuero.

Olvida cada batir de pestañas
y cada muñeca rodeada por la extensión de otra.

Escucha el ardor que resbala las mejillas,
abriendo surcos.
Son caminos.

Empezar a andar...



Lágrimas de sauce

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