lunes, 13 de noviembre de 2017

Diosas de las bestias salvajes


Hay quien pensaba que eran aquellas
capaces de hablar con los animales.
Susurrándoles palabras al oído,
mirando fijamente sus ojos.

Pero se equivocaban.
La realidad es que eran diosas de las bestias salvajes
porque las llevaban a todas por dentro.

Todas las criaturas indómitas.
Todas a las que llamaron sirenas y arpías.
Todas las esfinges mitológicas
y seres de cuento
que se tornan reales cuando los sientes dentro de ti,
cuando nacen, crecen y lloran en tu seno.

Me di cuenta
al sentir como se escapaban de mi vagina
todas las yeguas salvajes
que habitaban en mi interior
y galopaban
tirando de mi.

Me declaro la Artemisa de mi misma.
Mi propia diosa de todas mis bestias salvajes.

Las que anidan en mi pelo
y echan a volar cuando maduran las ideas.
Despegando con cabellos enredados a las garras,
para alzarme con ellas.

La rabia de mil manadas de ciervas hermanas,
que sí tienen astas,
con las que enfrentarse
a mil manadas de monstruos
y nunca embestirse entre ellas.
Todas caminan juntas.

Todas las diosas de las bestias salvajes
tienen en su interior
un millón de criaturas marinas
que las hacen ser de agua cuando quieren.
Todas las huellas del bosque
y los aleteos más lejanos.
Crepitante energía animal,
aunque estén tranquilas.

Las diosas de las bestias salvajes
son todas aquellas que las llevan dentro.
Y que saben,
que no se las puede domar.





Fotografía de Javier Atienza

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