lunes, 13 de noviembre de 2017

Estudio de la soledad nocturna estival


Le robé su caparazón a las tortugas
y lo forje con láminas de cobre y plata
y lo recubrí de alambre y espino.

Construí mis propias hedes
para que habitaran las abejas
y cocinaran mis mieles.

Y esta coraza la hice casa,
acompañada de una expresión altiva
por sentirme tan pequeña.

Y fue mi armadura de guerra
en las calles de esta ciudad
y las noches de verano.

Tengo moratones en las piernas
de caerme o que me tiren,
y miradas clavadas en mi sombra
para hacerme salir corriendo.

Somos pequeños acomodados incomodos
para nosotros mismos.
Implorando derechos
en la tierra de las libertades.

Con lo difícil que es no sentirse gigante
mientras aplastas a otros.
Tuve que encontrarme a una hormiga
caminando por mi tripa,
buscando un hogar en mi ombligo.

Quise protegerla,
y me di cuenta de que no era más grande que ella...
¿Quién era yo
para hablarle a una hormiga de exoesqueletos?


Pau, France



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