jueves, 10 de marzo de 2016

Pallida mors pulsat aequo pede pauperum tabernas regumque turres


Tu casa es un lugar vacío
de todo aquello que debería hacerlo hogar.

Una sombra,
emerge desde la habitación del fondo del pasillo
e invade el salón en forma de niebla mortecina,
que como un gas lacrimógeno
se inyecta en los pulmones
y te hace llorar,
pero ésta, no se va nunca.

Quizás sea esta la noche
que acabe contigo,
que penetre en tu alma
y anide allí su mácula.

Y cambie tu forma de mirar.
De mirar...

Unos botes de pastillas.
El cuchillo con el que picaste
la última cebolla,
de una nevera vacía.

De mirar...

La bañera, de la que no sale agua caliente
porque pagaste la última factura,
hace ya tres meses.
El carbón de barbacoa,
que sabes que sigue en su mesilla,
en la habitación del fondo del pasillo.
Esa soga que usaste,
en la última obra que hiciste,
hace ya seis meses.

Puede ser que esta noche,
sea la última noche...
Yo siempre lloraré,
por no haber sido capaz nunca,
de decirte 'te quiero'.
Y siempre pensaré que tengo la culpa.

En tu casa vacía,
de todo aquello que la convertiría en hogar.
Espacio okupado,
por lúgubres y lóbregas vanidades.
El dolor diario
y las ganas hacinadas,
de dejarse ir.
Pues hasta eso, conlleva responsabilidades.
Y por eso, hasta hoy,
es una necesidad no consumada.

Hoy puede ser el día
que veas las cosas de otra forma.

Que veas...

La banqueta que usas
para cortarte las uñas de los pies.
El bote de lejía,
con el que limpiaste el baño
por última vez, hace ya tres meses.
Las cuchillas de afeitar,
que se oxidan en la repisa,
sin usar, hace ya dos semanas.

Siento que lleva siendo así mucho tiempo.
Y no se si es peor
que alguna de estas noches,
te parezca mejor idea que hasta ahora,
o que te lleve pareciendo buena idea,
desde hace ya dos años,
pero no hayas tenido el egoísmo
de urdirla nunca.

Y tampoco sé
qué me hace sentir más culpable.

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