Entonces el ruido gritó al silencio
que quedó henchido de estupor y sangre.
Con cada sílaba que el camino abre,
deja roto al mutismo sin presagio.
Con cada palabra que porta el aire,
un zumbido, del reposo al bullicio
y el sigilo olvidado, cual rocío
de una flor, una mañana en diciembre.
Se produce una invasión de alaridos,
que ya no callan, ni lo harán jamás,
pues su protesta viste los senderos
de colores que aprender a apreciar;
Que en tus ojos irrumpen sus motivos
y no querrás no volverlos a escuchar.
Se produce una invasión de alaridos,
que ya no callan, ni lo harán jamás,
pues su protesta viste los senderos
de colores que aprender a apreciar;
Que en tus ojos irrumpen sus motivos
y no querrás no volverlos a escuchar.
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