Tantos años escuchando la misma historia.
Su misma historia.
Y son tan pocos.
El repiqueteo constante sobre la sien
y la presión.
La presión...
La presión, la presión, la presión.
¿La sientes?
Es el cuento del pájaro carpintero y el tejo.
Es la crónica del hacha de guerra mellada
cada día por la misma brecha.
Son los anales de la gota de agua que golpea
cada noche
la piedra húmeda.
Hasta su escoriación...
Y la presión...
La presión, la presión, la presión.
Arrostraré tus picaduras.
Soportaré tus golpes.
Acogeré la precipitación de tu orvallo sobre mi seno
y permitiré que me perfore.
Desde dentro hacia fuera...
hasta que no quede de mi un ápice de carne,
ni una chispa de ánima.
Y la presión...
La presión, la presión, la presión.
Carcomerá la albura de este leño
y asaltará el duramen corazón.
Oxidará por picadura el acero de mi arma
hasta ver su filo engranado.
Erosionará la roca pétrea y porfiada,
hasta legarle el pulido espejo
que solo conceden agua y tiempo.
Y la presión...
Aunque cese ya su germen,
causante de mi deslustre,
habrá dejado a su visita:
La galería del xilófago en mi madera.
La herrumbre sobre el metal mordido.
Y la tina vetusta
sobre la tez mineral que me tapiza.
Diástole herrumbre - Gijón
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