miércoles, 27 de marzo de 2019

Alcarria

Para Andrés, por estar.

"Belleza es estar, estar aquí,
estar ahora, estar"
Adolfo Castaño


El tiempo no pasa en mis campos amarillos
El tiempo no pasa.
Y los girasoles no paran de dar vueltas. 

Belleza es cada minuto que no percibes
mientras te haces viejo.

El tiempo no pasa
y mi casa se derrumba. 
Se cubren mis jardines de malezas. 
Me trepan las hormigas.
Marchitas las flores. Se secan. 

Se me olvida que envejezco.
Se me olvida que pierdo el tiempo, 
porque aquí no pasa.
Ya no me siento culpable por soñar despierta
y no mover las piernas. 

Quiero avanzar pero se me olvida
que vivo atrapada en la belleza. 

La belleza de los minutos que no percibes,
de las horas que olvidaste anoche. 

La gran belleza de esa felicidad efímera,
pensada para disfrutar
pero no para ser recordada. 

La belleza de saber que tus labios fueron beso
y tus manos caricia,
pero no recordar sabor y tacto. 
No recordar mirada. 

No recordar ninguno de los segundos que no pasamos,
porque el tiempo
no pasaba.

Ocho meses pasaron de golpe
cuando dijiste que no. 

Te equivocas cuando no te atreves.

Siempre que no te atreves, te equivocas.

Quiero caerme.
Quiero que me tires. 
Quiero que nos empujemos el uno al otro
a un vacío donde no pase el tiempo.

Cada vez que no te atreves, 
el reloj avanza. 

Cada vez que no me atrevo, 
estoy un poco más muerta en vida. 



Belleza es cada minuto que no percibes. 

Belleza es cada segundo feliz que olvidas. 

Belleza es cada momento de vida
        que vives
                  plenamente.





martes, 12 de marzo de 2019

"Horizonte olvidado de arena"


Marzo, 2019. Os Blancos, Ourense.


Para Ati,
en honor a su proyecto "Horizonte olvidado de arena"
y las fotografías que hizo en los campamentos
de refugiados saharauis de Ausserd en Argelia
que inspiraron este texto.



El niño juega solo en la arena.
Juega solo a lanzar la arena,
a coger la arena,
a bailar la arena.
Horizonte olvidado.
El niño juega solo.
El niño abandonado
por lo que llamáis patria
juega solo.
Olvidado a su suerte.
Olvidando su suerte.
E ilumina el sol del desierto con su sonrisa.
Joder, sonríe.

Mientras en las jaimas,
sus hermanos claman sangre.
Tienen mi edad 
y claman sangre.
Piden la guerra.
Quieren batalla 
porque brota, 
porque no podría ser de otra manera,
como no entenderé nunca en mis acomplejadas carnes
por mi suerte.

Y claman sangre.

El niño juega solo con la arena.
Madre alimenta al niño niño.
Madre prepara el té. 
Ritual sagrado.
Los hombre fuman.
Y madre prepara el té.

Horizonte olvidado.
Horizonte olvidado.
Cada día el mismo horizonte olvidado.

Las cabras trepan las dunas
fuera de sus jaulas de alambre y espino.
El pastor las llama 
en su jaula de alambre y espino.
No puede saltar.
No puede saltar.
No puede salir.

Y el niño juega solo con la arena.
Su hermana se cubre la cara en su boda.
Vergonzosa.
Púdica.
Tapa su cara para tomar a su esposo.
No se si sonríe.
No
se 
si sonríe.

Los hombres toman el té.
Se perfuman las mujeres. 
Se cubren de telas floridas.
Las jaimas.
Las cubren de esplendidas telas floridas.

Tiene mi edad, 
y se cubre de telas floridas.
Y los hombres fuman.
Y el niño juega con la arena.
Arena.
Arena.
Escombro.
Arena.
Plásticos en la arena.
Coches desguazados.
Escombro.
Escombro, escombro, 
sois un escombro
de horizonte olvidado,
de arena.

Y nadie se acuerda.
Joder, nadie se acuerda.

Y tiene mi edad.
Tiene mi edad 
y clama sangre.
Tiene mi edad
y cubre su rostro con espléndidas telas floridas.

Soy yo.
Y madre prepara el té.
Padre fuma.
Hermano clama sangre.
Cubro mi rostro con un velo florido.

Horizonte olvidado.
Olvidados,
de arena.

Arena.
Arena.
Arena.

El niño
juega solo
con la arena.

Otra vez esta maldita felicidad



Me reconozco enamorada de nuestra generación de acomodados incómodos
Deprimidos por tenerlo todo
y haberse dado cuenta de que no es nada.

Somos los que se quedan bebiendo en la calle,
lían sus propios cigarrillos
y llevan las ropas rajadas,
pero con el móvil en el bolsillo
y unas monedas sueltas para pillar un par de latas.

No se como decirlo,
que estoy enamorada de mi generación de imbéciles adorables
capaz de ser feliz
y poblar todos mis rincones.

Porque decidimos juntarnos
y habitar espacios
con lo que tenemos en las manos.

Forjamos millones de historias apoyados a una barra.
Porque en los bares somos muy de barra.
Muy de barra.
De escenario
y de primera fila.
En los bares somos muy de bar.
De bar, de concierto, de garito.
Y de calle.
Somos muy de calle.
Marea y viento rojo,
de rabia que brota,
como el grito.
Somos muy de grito,
de canción, de poema, de obra viva.
Somos muy de lucha.

Y yo estoy enamorada de mi generación de luchadores inconformistas
hartos de ser engañados en las urnas
recuerdan almas en los bares.
Hacen homenaje al pasado
dispuestos a recordar penas y sonrisas.

Caminamos juntos
porque somos muy de tender la mano
y dar el brazo.
Somos los que quisieron separar
y decidieron unirse
dispuestos a fracasar juntos,
a caerse abrazados
para volver a levantarse.

Aunque fallemos mil veces
seguiré enamorada de esta generación de apasionados rebeldes
porque somos muy de noche y muy de día
de rebeliones en los bares
con las armas que nos presta un micrófono
y de repetirlas en las calles.

Somos muy de celebrar la vida.
Somos tan de celebrar la vida
que incluso con la tristeza que cargamos
celebramos la vida y brindamos.
Mirándonos a los ojos como si nos entendiéramos.

Me reconozco enamorada de mi generación
porque, aunque todavía no lo conseguimos
ya somos muy de amar.

Y una vez tras otra,
no dejo de sentir
esta maldita felicidad,
que precede a la caída
pero que sé que volverá
cuando me levante.

Otra vez esta maldita felicidad
de saberme en una generación de amantes,
de locos enamorados,
muy de bar, de barra, de calle,
de lucha, de canción, de poema,
de amar.

Al final somos muy de amar,
y aquí celebramos el amor todos los días.

Brindis de los danzantes de Matisse



Enterrad vuestros pies en la arena,
hermanos de manada.
Descalzaos y enterrad vuestros pies en la arena.
Despojaos de las prendas que os sobran;
y las corazas;
y las pieles que os restan.
Permitios la luz en la carne,
otros soles iluminar el alma,
y un jarro de agua fría
para amanecer la vida.
Y así,
mojados,
cálidas,
desnudos,
descalzas…
Danzad sin miedo.
Aullad a la luna, mis cachorros.
Aullad a la luna, mis cachorras.
Por lo que nos robaron.
Por lo que nos queda.
Por los cuentos de las abuelas árbol.
Por la vida.
Y por los que ya no están.



Me costó un siglo quitarme las cadenas que otros me habían puesto.

Ahora que por fin lo he conseguido,
llevo las que me puse a mí misma.

PROSA II



Cuando era pequeña, vivía con mis padres en Usera. En la casita en la que mis abuelos fueron familia. Aunque casi no lo recuerdo.

Yo solía caminar agarrada al dedo meñique de mi padre, jugaba a deslizarme por sus piernas como si fueran un tobogán y solía pensar que era un medio gigante, así explicaba su mal humor y su tamaño. Aún hoy suelo pensar que tiene sangre inmortal. Sería imposible estar vivo sin tenerla.

Recuerdo que por aquel entonces tenía una litera y todos mis juguetes estaban debajo. Mi favorito era una lavadora con pequeñas prendas de gomaespuma. A veces tiraba las sábanas de la cama para crear una cueva secreta donde jugar sola. 

A lavar la ropa.

Mi padre nunca me ha presentado a una novia. El otro día me dijo que si de verdad quiere a una mujer no podría hacerle esa putada. 

Chispa tiene, el condenao.

Hoy he planchado trece pantalones, veinte faldas y ocho vestidos en la tienda, y mientras lo hacía, me he acordado de la pequeña lavadora de juguete.

Lo llevo en la sangre:

Tengo sangre inmortal.

PROSA I



A veces me gustaría ser la mala de la peli. El genio incomprendido, el solitario que ha perdido su capacidad de amar pero que tiene mucha pasta y es muy guapo, el personaje que solo piensa en sí mismo pero con excusa, con trauma infantil o algo. Que en el fondo es bueno pero va destrozando vidas y rompiendo corazones hasta que lo descubre. Hasta  que llega alguien que se lo descubre, más bien. Casualmente, una mujer. Una mujer, no, LA mujer. La elegida, la que sí que vale, la que es la buena.

A veces me gustaría ser ese tío. Y no preocuparme por nada más porque algún día llegara otro tío que no se parece en nada al primero que me hará olvidar todas mis adicciones; al que partiré el corazón pero luego, al final no, y así por fin podrá parir a mis hijos y prepararme zumos de limón mientras yo corto el césped de nuestro jardín.

Pero no se puede.

Y yo no puedo.

Porque aunque no quiera me han enseñado a cuidar. Y he heredado el cuidar. Porque lo aprendieron mis antepasadas de madres a hijas en herencia cultural y hasta genética. Aunque no quiera, no lo puedo evitar, lo de cuidar siempre, lo de pensar en los demás, lo de llevar esta vida de enfermera frustrada, que nunca soy capaz de cumplir porque no quiero y que se ensaña contra mí cuando no quiero. Y que me hace sentir como una mierda cuando no he querido.

Porque lo de cuidar es innato con el resto. 

A cuidarse a una misma hay que aprender.

Lady Godiva



Nos sacrificaremos por este pueblo si hace falta
aunque no lo merezca.
Me inmolaré con estos versos en un escenario,
después de recorrer desnudas la Gran Vía.
Lo haremos juntas.
De la mano.

Arderan las calles en pleno invierno.
Las quemaremos nosotras.
Derritiendo toda la nieve.

Lady Godiva era mi madre
A ella nunca le importó realmente cabalgar desnuda.
A mí tampoco.

Alquimia



Sigo a Selene

cada noche.

Buscando la Luna

para aullarla.

No voy sola.

Voy con otras lobas,

con otras locas.

Lunáticas

con lágrimas de plata.

Mis brujas.

Y hacemos magia.

En noches de alquimia.

Recordamos rituales.

Los que hacían nuestras abuelas.

Escuchamos los susurros

de las que llamaron súcubos.

Desde el fondo

del precipicio,

al que tiraron.

Me hablan.

Me dicen cosas.

Todas las almas

de Selene.

Otro poema de amor



Yo, amo.
No te amo,
pero amo.

Porque lo que amo es estar viva.

Con todas sus consecuencias.
Incluso el miedo
pero harta
de que amar signifique ser frágil.

No te amo,
pero como me apetecen tus ojos,
pero como me apetece tu boca entre mis piernas.

No te amo,
pero te digo que me quedaría toda la noche contándonos cuentos.

Hoy me atrevo.
Sin ningún resquicio de temor,
a decir bien alto
que yo amo.
No te amo,
pero amo.

Es decir,
te amo.



Yo,
como catástrofe natural,
por estrellarme con la vida
y amar hacerlo.

Una vez tras otra.